Cuando iba en primero de primaria, se organizò un dia en el parque con los alumnos de mi salòn, podìamos llevar bicicletas, pelotas y juguetes.La maestra y los papàs estarìan ahi y llevarìan comida de esa de picnic.Recuerdo que me sentì muy emocionada, tal vez desde entonces aprecio las ropturas de rutina.Hice los preparativos una noche antes: mi bici, mis tenis y unos hot-pants rosas, tan favoritos como tantas cosas.
Vì desde lo alto a Pp-chuy y a Pp-lobo jugando muy divertidos; y de pronto fui atrapada por una ola de empujones que me hizo caer desde lo alto de la resbaladilla. Me golpeè muy fuerte, se me fue el aire por un instante, la cabeza doliò mucho y llorè.
Un chipotote chillòn fue la consecuencia.
Entre sollozos con ojos hinchados y apapachos, comì algo de ensalada rusa. Pedì ir a casa y tuve ganas de dormir.
Todo lo que sentì esa vez, debe ser uno de esos tantos sentimientos sin nombre por limitantes del lenguaje, y se que lo he vivido màs de un par de veces en la vida.
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