La vi pasar en la otra banqueta. Hablaba por teléfono y sostenía un raspado con la mano derecha.
Era idéntica pero años más joven: el color del cabello, complexión, dientes feos, el desproporcionado primer tercio facial y párpados caídos. Y ¡ qué naríz¡, prominencia.
La observé interesada, aunque sabía que no era ella.
Desapareció al doblar la esquina, con su teléfono y su raspado.
Regresé toda mi atención a lo que nunca había disfrutado consciente y me sentí subir un piso del espiral.Feliz.Después supe que a veces, muy pocas según yo me he querido enterar, mi nombre se concibe como un mal sueño, pero seguí feliz.
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