A la 6.30 parte el camiòn.
Faltan 20 minutos y 6 estaciones para llegar a la central. Aunque tomè la decisiòn correcta y ahorrè el tiempo necesario, ya valiò, pienso.
Los segundos pasan ràpido, las personas se mueven lento, decido no mirar el reloj, pero calculo.
RESIGNACIÒN: tendrè que comprar otro boleto, en el asiento 17 por favor.
Paso la ùltima estaciòn; Y si corro? Con suerte tal vez lo alcance, sino, aplazarè un dìas màs mi partida, marcarè un telèfono e irè al cine.
Sigo sin mirar el reloj.
Piso la calle, yo tan fresca, vestida de blanco, con mis tenis y mis lentes quick "muy sport",dirìa mi mamà.
Run, run, run...Me observo a gran velocidad, jaja, graciosa, psicòpata, loquita... sudando. Y corro como si de llegar a tiempo dependiese mi vida, me gustan estos juegos de la incertidumbre manejable.
Quedo el mi tìpica escena con final feliz y todo por confiarme siempre y demasiado en el perfecto engranaje de los momentos.
---San Miguel de Allende?
---Sî. Me puede dar la hora?
---6.30 en punto. Agua o refresco?
Empapada entro a camiòn agitada e incrèdula.
---Marisa ¡¡--- alguien grita.
Y en el asiento 18 reconozco un rostro sorprendido, que me recuerda hace dos años, el sushi y que un dìa tuve el corazòn roto.
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