Tuesday, July 20, 2010

Encuentros y Extraños


40 minutos antes de irme, pasé a la plaza del árbol de zapotes blancos.
Fui a la banca debajo de un ficus, la lluvia llegó a él y dibujo su silueta en el piso seco.No quise perturbar a la señora y a los tres niños sentados en la jardinera del mismo árbol. LLegué en silencio.
El juego consistía en esperar el sonido opaco del zapote contra el piso, correr bajo la lluvia y cazarlo.
Los estuve mirando un rato y no puede más: reí a carcajadas. Empezamos a platicar.
Pasó el señor de los helados, les invité. Fuimos todos caminando y pasamos por la fuente que está debajo del nogal.Me gustó mi nueva blusa de volátil tela blanca. Regresamos a la banca y a la jardinera, la lluvia se había ido. Me contaron sobre su papá, su casa, las estaciones,de lo sabroso que estaba el helado, de la escuela y de cómo habían descubierto un día después que yo, el árbol de zapotes blancos. Entonces la platica era interrumpida por los golpes pastosos de los frutos; una vez, calleron 5 al mismo tiempo, nos dolía la panza de tanto reír.Ya con el botín entre sus manos, la niña me dio un zapote, el más bonito que he visto, en el gesto más noble y natural de los humanitos de corazón florido.

Luego llegó el tiempo, me despedí con amabilidad y simpleza, tranquila. Habría caminado unos 20 pasos cuando la niña gritó:¡Esperamos verte otra vez!
Sentí la sorpresa en la reacción de mis ojos, di la media vuelta y les dije que yo también esperaba eso. Caminé con un nudo en la garaganta por la esquina del árbol del zapote blanco, con la sonrisa que te da el hacer tuya la felicidad de otros.

Wednesday, July 14, 2010

Tuve un móvil de corazones de vidrio soplado que mecía al viento del arbol, una banca mirando las aves, resolanas en contra de humedades, toneladas de segundos congelados como estampas de otra vida, un perro de nombre muy ilustre,un golpe de costado, pensamientos compartidos e incontables.

Me queda el dulce cuerpo arboreo y una gota de lluvia que resbala por mi espalda, el alma iluminada, las barreras del miedo quebrantadas.
Una senda de frutos y una canción de ocaso y estrellas...