Voy de prisa casi siempre, tengo los minutos contados. Saludo al de la entrada, sonrío.Cruzo el patio, veo la fuente central, camino bajos los arcos, llego a la sala y voy a la computadora, busco lo que creo que me dará la respuesta a algo; tecleo un nombre o un título que llega a mi cabeza según yo, al azar.
Elijo de entre la información obtenida y anoto la clasificación en un octavo de hoja de máquina.Tengo la pista.
Llego frente a esos libreros resolaneros y comienzo el rastreo.
Me gusta no saber cómo es el libro que busco, porque cuando lo encuentro me sorprende: por nuevo, por grande, por de tan bolsillo, por bonito. Lo extraigo cuidadosa y rapidamente y camino rápido hacia la salida. Como si me fueran correteando.
Saludo, converso con el encargado mientras registra mi préstamo. Salgo corriendo.
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