Abrí los ojos y recordé una foto de la madrugada del desierto lleno de estrellas.
Me había prometido no despertar ,nunca más, antes de las 7 a.m., fue algo muy cómodo y muy tonto.
La lectura de la regeneración celular nocturna aterriza en mi hombro derecho cada vez que los minutos se acercan a a la hora 00.00
Margarita María de la Paz Espino del Castillo y González y sus preguntas del día anterior habían aumentado mi interés y mi estado de remolino de colores. La lista de personas admirables se había estancado desde hace mucho pero llegó el torrente letrado de pasos firmes y ojos grandes, las voces seguras y dulces, el cabello largo, tantos aretes -tantos-, la miradas que comprenden, las ideas auténticas, las sonrisas, las lociones de los lunes y Gema, que brinca en la cuerda de los sueños o la red de pesadillas.
¿Y si mi tiempo pudiera medirse en canciones ? ( Pensé mientras subía las escaleras ) Prefiero iniciar el día con varias canciones promedio en lugar de tantos eventos en dos de Pink Floyd.
No fumo desde el día del concierto; olvidé cómo eran los cigarros. Pero esa mañana temprana de extraordinario tiempo libre, elegí el pan y toqué a la puerta de timbres-perro,el recibimiento fue abrazador con una desagendada taza de café recién hecho y agradecí que el aroma de ese café siempre me llevara a los tiempos de la mermelada de Real de Guadalupe y sus vitroleros; una introyección muy positiva según el tiempo presente.
Muy temprano era para fumar pero acepté por el gozo de las buenas nuevas. No sabía por dónde empezar a contar todo: "cosas de mujeres", aprendizajes significativos y mi momento, que se transforma al paso de las formas y de los ojos que toco.
Me quedé sola por un momento y sin pensamientos.
Con la cabeza descansada hacia el techo viendo como el humo intrigante del cigarro se elevaba y se disolvía a ritmo de tango...